UN TÉ PARA UNA ESCRITORA

ANDREA TOURÓN

Escritora

CATA: Té Blanco de Nepal

Su encargo vino acompañado de palabras prometedoras. Pero su paciencia esperando que encontrara el momento de probar sus tes de origen lo ha sido mucho más. Su invitación me sonaba a pasear por tierras lejanas redescubriendo el mundo del té con nuevos ojos. Y sin moverme de casa.

La realidad es que estoy transitando entre dos casas y algunos de mis rituales parecen quedarse agazapados esperando llegar a ese lugar tan soñado. Los tés cuidadosamente seleccionados que llegaron a mi casa aguardaban en mi vestidor el momento de poder probarlos.

Olvidando lo más básico y lo más fácil: los momentos se crean. Aunque sean por encargo.

No es de extrañar que la palabra ritual retumbe en nuestras cabezas asociadas al mundo del té. Juntos hacen una pareja perfecta de olores, sabores y presencia.

PRÓLOGO

Con TESUKO he aprendido a calentar la taza primero con agua caliente para que coja la temperatura adecuada para recibir el té. Y para que empiece la fiesta de olores con el simple gesto de dejar las hojas sobre la taza vacía. Calor y olor como un canto a los origines más básicos. Y ya lo creo que funciona.

En más de un momento, mientras iba avanzando gesto a gesto, me he alegrado de haber diseñado una taza sin asa que me haya acercado a esta experiencia con mis dos manos y con tantos de mis sentidos. A todos diría.

Nuevamente agua caliente, que no hirviendo, para dejar reposar la hojas directamente sin necesidad de más artilugios. De más artificios. El ritual empieza a ordenar la piezas del momento al tiempo que las hojas cambian de textura.

Este Té blanco de Nepal era hace unos segundos en mis manos crujiente y apetecible. Ahora empieza a recuperar su frescura original y a expandirse en nuevas formas.

Quiero capturar todos sus matices herbales, ahumados y lejanos. Pero lo que de verdad me apetece es masticar sus hojas como si de un manjar exótico se tratara.

Infusionar directamente estás hojas me ha llevado a reconciliarme con algo.

Nunca me han gustado las “pérdidas” en mis infusiones.  Esos restos que volaban indómitos por un filtro inadecuado o una bolsa que se rompe me habían llevado hasta ahora a descartar la infusión en cuestión.

Pero con esta “infusión de labios” que me susurró Verónica de TESUKO he aprendido que todo depende de la calidad de lo que flota en tu infusión. Metáfora que bien podríamos usar para muchas otras cosas.

Hojas seductoras que he rescatado finalmente para volver a infusionar dos veces más alargando su vida. O la mía quizás.

Primero en leche dibujando otras texturas no solo al ojo. Esta es mi opción favorita que convierte el mismo té en algo más parecido a un delicioso dulce.

Y lo haré una vez más dejándolas reposar esta noche para beberlo mañana en frio.

"Y así cambiando de vaso en vaso, de elemento en elemento hasta caer rendida a mis rituales dormidos y a este té blanco que se esconde entre muchos tonos de verdes oliva y colores tierra."

El sabor suspendido en mi boca durante mucho, muchísimo tiempo después. Tanto como para haber olvidado que lo había bebido. Y masticado.

Y preguntándome cómo he podido tardar tanto tiempo en detener un poco el tiempo.

Pura esencia de ritual. Pura sinergia de una experiencia que se queda en mis días.